Redacción
La maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el momento en que prestó fiel asentimiento en la Anunciación y lo mantuvo al pie de la Cruz sin vacilaciones, hasta la consumación perfecta de todos los elegidos.
María Santísima, una vez recibida en los cielos, no deja su oficio de corredentora, sino que continúa alcanzándonos, por su múltiple intercesión, los dones necesarios para que nos salvemos.
Por su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado, hasta que sean llevados a la patria bienaventurada. Por eso Nuestra Señora es invocada con los títulos de abogada, auxiliadora, favorecedora, mediadora; lo cual se entiende de manera que nada quite ni agregue a la dignidad y eficacia de Jesucristo, nuestro único mediador.
Ninguna criatura puede compararse jamás con el Verbo encarnado, nuestro Redentor. Pero así como el sacerdocio de Cristo es participado de varias maneras, tanto por los ministros como por el pueblo fiel, y así como la única bondad de Dios se difunde realmente en formas distintas en las creaturas; así también la única mediación del Salvador no excluye, sino que suscita una múltiple cooperación que participa de la fuente divina.
La iglesia no duda de atribuir a María un tal oficio subordinado, lo experimenta continuamente y lo recomienda, para que los fieles, apoyados en esta protección maternal, se unan más íntimamente al Mediador y Salvador. Con toda razón se le puede dar, entre otros, el título de “Refugio de pecadores”. De ahí muchos fieles acudan a María con el título de Nuestra Señora del Refugio.
Para propagar esta invocación, se ha valido la devoción de los cristianos de la representación de Nuestra Señora en una pintura especial.
La imagen de Nuestra Señora del Refugio es una copia, hecha en 1709, de la célebre imagen de Nuestra Señora de la Encina, que se venera en Poggio Prato (Italia). Fue mandada hacer por el beato Antonio Baldinucci, S.J., para llevarla consigo en sus misiones.
Esta copia infundía grande fervor en las multitudes y ocasionó la conversión de numerosos pecadores, por lo cual comenzó a dársele el título de “Refugio de pecadores”. Le fue concedida la coronación pontificia el 4 de julio de 1719. Se conserva actualmente en Frascati (Italia). En el mismo siglo XVIII se trajeron a México varias copias de esa imagen, que influyeron también aquí grandemente en las labores apostólicas de los misioneros para la conversión de innumerables pecadores.
"Si la conciencia del pecado nos oprime, buscamos instintivamente a Aquel que tiene el poder de perdonar los pecados (Cfr. Sn Lc 5, 24) y lo buscamos por medio de María, cuyos santuarios son lugares de conversión, de penitencia, de reconciliación con Dios.
Ella despierta en nosotros la esperanza de la enmienda y de la perseverancia en el bien, aunque a veces pueda parecer humanamente imposible.
Ella nos permite superar las múltiples “estructuras de pecado” en las que está envuelta nuestra vida personal, familiar y social. Nos permite obtener la gracia de la verdadera liberación, con esa libertad con la que Cristo ha liberado a todo hombre".
Juan Pablo II, Homilía en la basílica de Nuestra Señora de Zapopan, 30 de enero de 1979.
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