Unidos por la fe - 15 de abril



Unidos por la fe

La nueva presencia de Jesús será reconocida por la fe. También esto nos hace ver las apariciones. Los discípulos de Emaús  sólo reconocieron a su maestro cuando comenzaron a abrir su corazón por la fe.

Cierto es que en san Juan leemos cómo Tomás reconoce, cuando aún era “incrédulo”, a Jesús. Pero hay que considerar esta realidad despacio. Aquí no se trata de uno que rehúsa su entrega a Cristo, sino de aquel cuyas palabras consigna el mismo evangelio: “vamos también nosotros a morir con Él” (Sn Jn 11,16). Y el relato de esta aparición acaba con esta otra: “Bienaventurados los que no vieron y creyeron” (20, 29). He ahí de lo que se trata: todo el que se entrega al Señor, puede estar cierto de que el Señor está con él aunque no lo vea. Por lo demás, lo que  Tomás confiesa no es lo que ve con sus ojos, sino lo que le hace reconocer la luz de la fe. Y así dice  mucho más de lo que pueden ver sus ojos: “Señor mío y Dios mío”.

Pues no hemos de olvidar que el Señor resucitado es la nueva creación. Para entrar en contacto con Él, necesitamos los órganos de la nueva creación. La entrega de todo el hombre al Espíritu de Dios, la fe.

El que no hubiera estado dispuesto a creer, tampoco hubiera reconocido a Jesús por las apariciones. Eso da a entender lo que se dice sobre los hermanos del rico Epulón: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, ni aunque resucite uno de entre los muertos se dejarán persuadir” (Sn Lc 16, 31) Aquí está la clave de la cuestión de por qué Jesús no se apareció a los fariseos y al pueblo entero. No lo hubieran reconocido. Tampoco para nosotros hubiera aumentado la fuerza convictiva mediante las apariciones a todo el pueblo, pues en tal caso se habría hablado también de sugestión de masas. 

Es una idea consoladora el que también a los testigos  oculares se les exija la fe. No están, pues, tan lejos de nosotros, que recibimos la señal del profeta Jonás, es decir, primero la predicación (Sn Lc 11, 30) y luego el mensaje de su resurrección (Sn Mt 12, 40), en la predicación. No basta el ojo frío para percibir la realidad de la resurrección de Cristo, la nueva creación. Para ello es menester algo más radical: el hombre entero.

Todavía cabe hacer otra pregunta: ¿Por qué no se quedó el Señor en la Iglesia en forma visible? De ello hablaremos al tratar del misterio de la ascensión del Señor, que nos mostrará lo universal y cercano de su presencia espiritual. 

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